viernes, 2 de agosto de 2019


Las Cabañuelas

Un tuit mío, de hace pocas fechas.

-Enhorabuena, y felicitaciones para la anónima señora, por su credulidad y sus fuertes convicciones de futuróloga/meteoróloga-.

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El hombre se sabe y se reconoce débil, insignificante ante la naturaleza, y siempre ha deseado conocer lo que el futuro podría depararle con fines prácticos y  utilitarios, para, por ejemplo, obtener mejores cosechas.


En 1020, 65 años antes de que Alfonso VI  reconquistara Toledo, en cierto documento judaico se aludiría ya a las Cabañuelas. Tal vez sea la mención más antigua de tal práctica.
Puede leerse por ahí que las cabañuelas  provienen del éxodo israelí y de sus 40 años de vagabundeo por el desierto antes de instalarse en la Tierra Prometida. 
Vaya usted a saber dónde está el origen de tales prácticas.

Sacerdotes y sacerdotisas, oráculos y pitonisas, augures, adivinos, "agoradores" como se les llamaba por aquí en la alta Edad Media, -y conocemos el el nombre de alguno, Muño Echaminzuide, que era el más acabado, o sea, el más competente de entre los que había en Ávila a finales del S. XI- siempre han intentado facilitar a la gente común el conocimiento del incierto futuro basándose en la observación de diferentes signos y señales presentes en la naturaleza, que posteriormente se interpretaban por los mismos adivinadores y se daban a conocer a los interesados. 

Hígados y otras vísceras de cordero y de otros animales recién sacrificados, pollos sagrados que comen o no comen, vuelo de las aves...

En fin, la antigüedad y el medievo están repletos de ejemplos de este PENSAMIENTO MÁGICO, desde la fundación legendaria de Roma hasta el poema de Mío Cid, por no ir más atrás o venir más cerca.

Pretéritas sociedades y culturas agrícolas necesitaban imperiosamente saber a qué atenerse respecto del comportamiento del tiempo, de la meteorología. 
De ello dependía su mera supervivencia, pues una anomalía, una brusca o inesperada alteración de la normalidad podía dar al traste con los recursos necesarios para el sustento de las poblaciones... 

Careciendo de otros medios para prever los tiempos venideros con suficiente antelación y alguna certeza, se recurriría desde muy temprano a algunas personas que por su oficio estuvieran más cercanos a la naturaleza, más directa y habitualmente en contacto con ella, mejor vinculados al cielo y a  la tierra que los demás. Así, los sacerdotes mesopotámicos, encumbrados en sus zigurats, intermediarios entre dioses y hombres. 
Así, y más al cuento de lo que aquí nos interesa, los pastores, por ejemplo.
 Agricultores y ganaderos en general siempre atentos al cielo, siempre observadores de los sucesivos cambios de estado del tiempo. Siempre dispuestos a interpretar lo que podrían traer consigo unas nubes, unos días de rigurosas temperaturas, un periodo normal o anormal de sequía o de inundación...
De hecho, el poder omnímodo de la clase sacerdotal y de los faraones del antiguo Egipto se fundamentaba  en sus conocimientos astronómicos y especialmente en la casi perfecta comprensión del los ciclos de crecida y retirada de las aguas del Nilo.
En fin, observación y pronóstico del tiempo venidero.

Las Cabañuelas parten de aquel lejano tiempo de incertidumbre y de la continua necesidad de certezas.
Me niego a considerarlas un método, un sistema de pronóstico del tiempo. 
No son método ni sistema, sino varias y diferentes maneras de predicción del tiempo a largo plazo, atendiendo a la observación de ciertos patrones meteorológicos que según el criterio de los cabañuelistas (también llamados cabañuelos en Murcia, por ejemplo) habrían de dar lugar a su reiteración más o menos exacta o aproximadamente similar al cabo de los meses.
 
El cabañuelo José Buitrago, de Murcia, con varillas  de zahorí en las manos.
Imagen tomada de: 
https://www.laopiniondemurcia.es/comunidad/2018/08/24/balance-cabanuelas-espana-abundantes-lluvias/948890.html
 
Son una acendrada práctica, una costumbre antigua de observación del tiempo en unos determinados días del año para, en virtud del PENSAMIENTO MÁGICO, de la magia simpática o propiciatoria asirse a cualquier cosa, opinión creencia, esperanza de futuro que pudiera convenir a las gentes.

De ese modo, se obtenía cierta imprecisa estimación o cálculo a largo plazo del tiempo, un endeble apoyo mental para cerciorarse de que todo cambia para que nada cambie. Para tener la seguridad de que los días del futuro no serían muy distintos de los días del presente, de que los ciclos de la naturaleza se repetirían sin demasiados sobresaltos ni alteraciones catastróficas.
 Bien podría la vida seguir igual, reproducirse, perpetuarse, año tras año. 
Estabilidad,seguridad, continuidad.
Saber con suficiente antelación cómo van a ser las cosas en adelante, para afrontarlas como fuere debido. 

Hay diversas cabañuelas según regiones y costumbres locales. Esta variedad y esas diferencias probarían su inconsistencia como actividad presuntamente científica, reduciéndolas a lo que verdaderamente son, poco más que un entretenimiento de observación del tiempo para suponer cómo será este en el futuro.


Para ir terminando enlazaré aquí un artículo del repositorio de AEMET en el que se explican las Cabañuelas  mucho mejor de  lo que yo podría hacerlo, en un contexto más amplio, de inciertos refranes meteorológicos.


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